Mayo, mes de María

MAYO, MES DE LA VIRGEN MARÍA.

El mes de Mayo, se ha consagrado tradicionalmente a la Madre de Dios. Es costumbre que durante todos los días, se realice el llamado Ejercicio del Mes de las Flores, donde cada día, junto con la flor que se coloca a Sus plantas, le ofrezcamos a la Virgen algo de nuestro ser, algo que nos cueste realizar, un trabajo, una promesa... Igualmente, aprendemos con este Ejercicio piadoso, algo nuevo sobre los dones y prerrogativas con los que Dios cubrió a María Santísima, Madre de Dios y Madre Nuestra, Reina del Mar.

EJERCICIO DEL MES DE LAS FLORES:

PARA TODOS LOS DÍAS:

Venid y vamos todos con flores a porfía,
con flores a María, que Madre nuestra es.
De nuevo aquí nos tienes, purísima doncella,
más que la luna, bella, postrados a tus pies.
Venimos a ofrecerte las flores de este suelo,
con cuánto amor y anhelo, Señora, tú lo ves.
Por ellas te rogamos, si cándidas te placen,
las que en la gloria nacen, en cambio, tú nos des.

DÍA 15: MADRE PACIENTE Y SUFRIDA. "El que no carga con su cruz y viene detrás de mí, no puede ser discípulo mío" (Lc 14, 27), dice Jesús.

En otro pasaje del santo evangelio se nos recuerda la condición del discipulado de Cristo: "Por el amor que os tengáis los unos a los otros reconocerán todos que sois discípulos míos"(Jn 13,35). María es la primera y más perfecta seguidora de Jesús. Es la primera y la más aventajada en el discipulado de Cristo, por ello es la mejor Maestra de vida cristiana.

De nadie, como de María, podemos aprender el seguimiento de Cristo. Y es a través de María que también podemos alcanzar las gracias necesarias para ser auténticos discípulos del Maestro.

María siempre nos lleva a Cristo y Cristo siempre viene a nosotros a través de María.

En Ella encontramos hecha vida la doble condición del discipulado tal y como expresa Jesús. Aunque hablando con más propiedad esa aparente doble condición es una sola; serían como las dos caras de una misma moneda.

Lo vemos reflejado en la vida de Cristo y en la vida de su Madre, fiel seguidora del Hijo.

Se trata del amor y de la cruz.
La cruz sin el amor es una maldición.

El amor sin cruz no sería real, se confundiría con el sentimentalismo ineficaz, estéril, superficial y pasajero.

El amor encierra en sus entrañas semillas de eternidad, mientras que el sentimentalismo dura lo que tarda en desvanecerse la emoción.

Necesitamos aprender de Cristo y de María las grandes lecciones acerca del amor.

Necesitamos, sobre todo, experimentar en lo profundo de nuestra alma el amor de Dios que se da, que se entrega y que muere por todos nosotros.

Ofrecemos la flor correspondiente en este día a la Santísima Virgen María: LA EGLANTINA.

Fruto obtenido de este piadoso Ejercicio Mariano: aceptar la cruz que conlleva el amor verdadero.

ORACIÓN FINAL: ¡Oh hermosa Señora, Reina dem Mar, nos alegramos en tu Hijo Resucitado ya que Dios te ha amado tanto para hacerte Hija del Padre, Esposa del Espíritu Santo y Madre de Su Hijo Unigénito!. Amén.



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